miércoles, 20 de septiembre de 2017

"La Virtud Verdadera y la Falsa", Sermón Escogido del Santo Cura de Ars (20 de 22).

LA VIRTUD VERDADERA Y LA FALSA


Sermones Escogidos del Santo Cura de Ars (20 de 22)








    Un Cristiano que sólo tenga una falsa devoción, una virtud afectada y meramente exterior, a pesar de todas sus precauciones para disfrazarse, no habrá de tardar en dar a conocer los desordenes de su corazón, ya por las palabras, ya por las obras. Nada más común que esa virtud aparente que nosotros conocemos como hipocresía. Lo más deplorable es que casi nadie quiere reconocerla,  debemos decirlo e intentar que se den cuenta, antes de que esa actitud los precipite irremediablemente al infierno.

    Esos pobres cristianos que se condenan haciendo el bien, por no acertar en la manera de hacerlo, dominados por la humana inclinación. Hay tan pocos cristianos que obren con la intención exclusiva de agradar a Dios.

    Un cristiano que quiera trabajar con sinceridad para su salvación, no debe contentarse con practicar buenas obras; debe saber además por qué las hace, y la manera de practicarlas. No basta parecer virtuoso a los ojos del mundo, sino que debemos tener la virtud en el corazón.

    Para que una obra o virtud sea agradable a Dios debe reunir tres condiciones:
    1. Que sea interior y perfecta.
    2. Debe ser humilde y sin atender a la propia estimación.
    3. Debe ser constante y perseverante.
    1. Para que una obra sea interior y perfecta no basta que aparezca en el exterior. Es preciso que radique en el corazón y que únicamente  la caridad sea su principio y su alma. Debe ser perfecta si practicamos todas las virtudes, no solamente las que nos agradan.

    2.- Nuestra virtud u obra debe ser humilde, sin mirar a la propia estimación. Nos recomienda Jesucristo "que nuestras obras nunca sean hechas con la intención de buscar la alabanza de los hombres"; si queremos que se nos recompense por ellas, debemos de ocultar en todo lo posible el bien que Dios ha puesto en nosotros, para evitar que el demonio del orgullo nos arrebate todo el mérito de nuestras buenas obras.

    3.  La virtud u obra debe ser perseverante y constante, perseverante en el bien. No debemos contentarnos con obrar el bien durante un tiempo determinado: es decir, orar, mortificarnos, renunciar a la voluntad propia, sufrir los defectos de los que nos rodean, combatir las tentaciones del demonio, sostener los desprecios y calumnias, vigilar todos los movimientos de nuestro corazón; debemos continuar todo esto hasta la muerte si queremos ser salvos. Dice San Pablo que hemos de ser firmes y inquebrantables en el servicio de Dios, trabajando todos los días de nuestra vida en al salvación de nuestra alma, con la convicción que nuestro trabajo será solamente premiado si perseveramos hasta el fin.

    Para que nuestra virtud u obra sea verdadera debe ser constante: es decir, que debemos permanecer fervorosos y unidos a Dios, lo mismo en la hora del desprecio y del sufrimiento, que en la del bienestar y prosperidad. esto es lo que hicieron todos los santos.

    Para que nuestra virtud u obra sea sólida y agradable a Dios, ha de radicar en el corazón, ha de buscar solo a Dios, y ocultar, cuanto sea posible, sus actos al mundo. Los santos aseguraron su eterna bienaventuranza siendo fieles en el servicio de Dios.



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