miércoles, 9 de diciembre de 2015

"La Muerte del Justo", Sermones Escogidos del Santo Cura de Ars (18 de 22).

LA MUERTE DEL JUSTO

Sermones Escogidos del Santo Cura de Ars (18 de 22).








Los justos consideran  la muerte como el fin de sus males, de sus penas, de sus tentaciones y de todas sus miserias; en su muerte ven el comienzo de su felicidad; ella les proporciona la entrada en la vida, en el descanso, en la bienaventuranza eterna. No hay ni un solo hombre, ni el más escandaloso, que no desee esta preciosa muerte.

El destino eterno de toda persona depende de la vida que habrá llevado:  es indudable que la muerte será conforme a nuestra vida; si vivimos como buenos cristianos y según Dios, moriremos como buenos cristianos para vivir eternamente con Dios. Por el contrario, si vivimos según las pasiones, en los placeres y en el libertinaje, moriremos infaliblemente en pecado.

La vida de Jesucristo consiste en tres cosas: oración, acción y sufrimiento. ¡Qué dichosos es el cristiano que tiene ánimo para seguir las huellas de su divino Maestro!. Los santos se complacieron tanto en el dolor, que parecían no saber hartarse de sufrir. Sabían que así recibían nuevas gracias, lo provechoso que era para sus almas.

Aunque pecadores, si hemos confesado nuestras culpas con arrepentiemiento sincero, y procuramos satisfacer en cuanto nos sea posible a la divina justicia mediante la oración y la penitencia, y sobre todo, si a un vivo dolor de los pecados añadimos un ardiente amor a Dios, podemos tener la confianza que nuestros pecados serán perdonados por la preciosa sangre de Jesucristo.

Para un buen cristiano la muerte no hace más que separarle de lo que siempre odio y despreció: el pecado, el mundo y los placeres. Al dejar este mundo,  se lleva consigo todo lo que amo con mayor preferencia: sus virtudes, sus buenas obras; deja este mundo cruel para ir a descansar en la morada celeste del mejor de  los padres.

Para tener una buena muerte no basta desearlo, es preciso trabajar para desear merecer esa gracia. Para bien morir debemos prepararnos: con una santa vida; mediante una buena penitencia, si tuvimos la desgracia de pecar;  con una plena conformidad de nuestra muerte con la de Jesucristo.

El pecador no debe aplazar su conversión hasta la hora de la muerte, debe purificar su conciencia y mantenerse constantemente en estado de poder comparecer ante el divino Juez. El que retarda de día en día el retorno a Dios, muere como ha vivido.

Si queremos tener buena muerte, es necesario llevar una vida cristiana y hacer penitencia de los pecados;  debemos tener un sincero dolor por haber ofendido con el pecado a un Dios tan bueno; debemos odiar el pecado cometido y procurar nunca más cometerlo.


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